Saturday, January 31, 2009


Oscar 2009: El chileno Claudio Miranda marcha como serio candidato
En estos últimos días el nombre de este director de fotografía viene siendo mencionado por todos tras obtener una de las trece nominaciones a los premios de la academia que ostenta El curioso caso de Benjamin Button. En verdad, gracias a la película de David Fincher, el fotógrafo chileno ya estuvo cosechando diversos reconocimientos entre ellos la nominación a los BAFTA. Y sin duda uno de los mayores atractivos de la película es la laboriosa foto que nos traslada de las calurosas noches y la festividad diurna de Nueva Orleans.
Claudio Miranda llegó a los Estados Unidos con apenas un año de edad y comenzó su carrera a fines de los años ‘80 en labores técnicas de electricidad e iluminación. Durante todos los años `90 estuvo afianzando un lugar en esta actividad llegando a participar de varias importantes producciones, entre ellas las primeras películas de David Fincher: Se7en, The Game y Fight Club. Ya en esta década Miranda pudo inciar actividades serias como director de fotografía en diversos proyectos menores (cortometrajes y comerciales), background suficiente para que sus cualidades llamarán la atención de la industria. Su primera experiencia como director de fotógrafía en un largometraje fue con Failure to Launch, la comedia que protagonizaron Matthew McConaughey y Sarah Jessica Parker en 2006.
Ahora nuevamente trabajando con Fincher y Brad Pitt, Miranda parece consolidarse en el medio hollywoodense como muy pocos especialistas de orígen latinoamericano en el medio. Ese es el caso de los mexicanos Emmanuel Lubezki y Rodrigo Prieto, por ejemplo. En todo caso con el gran favoritismo hacia la película sobre Benjamin Button, Miranda corre con grandes posibilidades de ganar la estatuilla dorada, a pesar de que tiene como competenicia a recorridos talentos como Chris Menges y Roger Deakins.

Saturday, January 24, 2009







Aunque la versión cinematográfica de la historia picaresca y divertida de ese personaje llamado Benjamin Button, escrita por Francis Scott Fitzgerald (Septiembre 24 de 1896 – 21 de diciembre de 1940), esté muy alejada de su original, uno tiene que recordar al novelista que tuvo dos antepasados notables: el uno, creó el himno nacional de Estados Unidos y la otra, fue ahorcada por haber participado en el asesinato del presidente Abraham Lincoln. Además su esposa Zelda, una mujer hermosa y pendenciera y celosa, murió encerrada, esquizofrénica, perdida para el mundo. "El curioso caso de Benjamin Button", que acaba de lograr 13 nominaciones al Oscar, entre ellas las de mejor película, director, actor protagonista y guión adaptado, solo podía ser realizada por alguien como David Fincher, el mismo de "Seven", "El club de la pelea", "La habitación del pánico", "Alien 3" y, por supuesto, "Zodíaco", es decir, alguien que como el novelista, se siente fascinado con los excesos y los personajes que apelan a los extremos para sentirse vivos. Como este hombre que vive al revés, o sea, mientras los demás envejecen y se deterioran, él renace, avanza hacia la plenitud y poco a poco entra en la juventud, la adolescencia y la niñez. Absolutamente, sin que pueda hacer nada.Según el cuento, en 1860 se estilaba que los bebés nacieran en sus casas, pero la joven pareja compuesta por el señor y la señora Button decide que su primer hijo debe ser recibido en la sala de un hospital. Pertenecientes a la clase social más encumbrada de Baltimore, lo único que esperan es que el primogénito, como el padre, estudie en Yale College, en Connecticut. Cuando esa mañana el marido llega al hospital donde ya la esposa estaba ingresada, se topa con el médico, desconcertado y descontrolado, evitando cualquier comentario sobre el recién nacido, él, que lleva 40 años recibiendo los bebés de esa familia, incluido al padre primerizo. Roger Button ingresa al edificio, recorre las salas, se topa con una enfermera asustada que deja rodar una bacinilla por las escaleras, pregunta por la esposa y el bebé, le señalan una sala donde numerosos bebés lloran de hambre.Se queda mirando esas cabecitas peladas, pregunta cuál es el suyo, le señalan una de las cunas y, sorprendido y horrorizado, tembloroso e incapaz de hablar descubre un hombre de unos 70 años, con el pelo blanco y una barba larga, mecida por el viento que entra por una de las ventanas. Además, envuelto en una sábana.El anciano recién nacido rompe el hielo y le pregunta al empresario si es su padre. Antes que responda le dice que si lo es, entonces que lo ayude a conseguir una mecedora, más cómoda que esa cuna de la que cuelgan las piernas porque no cabe. El padre lo acusa de ser un impostor, la enfermera lo defiende y el anciano se queja de dos incomodidades: mucho ruido y mucho llanto en esa sala, y no ha podido aplacar el hambre porque solo le han traído un tetero con leche caliente.El humor negro de la historia alcanza su clímax cuando el padre, desubicado, no se preocupa por la situación absurda que vive sino, por los comentarios de sus amigos y conocidos cuando conozcan ese bebé de 70 años. Y lo que es peor, cuando vaya por la calle, con el niño de la mano, ¿qué le dirá a la gente, cómo lo presentará? Mira a la enfermera, consternado y le pregunta qué puede hacer, y la mujer le responde de una manera práctica: primero que todo, comprarle ropa, y el hijo añade: un bastón, quiero tener un bastón. Más adelante, mientras salen del hospital con ropa y menos barba, el hijo le pregunta cómo lo llamará, ¿bebé? El padre le responde con humor amargo: Matusalén. Por supuesto, varias semanas después de haber llegado a su casa, Benjamin descubre la persona ideal para hablar y entenderse: el abuelo. Es que se aburría con los niños que lo buscaban para jugar.A los 12 años ante un espejo, Benjamin descubre que las arrugas están desapareciendo y el pelo, oscureciendo. A los 18 es como si tuviera 50 y el padre lo envía al Yale College pero al intentar registrarse no le creen la edad y lo expulsan. Después regresa, con otra apariencia y se convierte en uno de los mejores estudiantes. A los 20 parece de la misma edad del padre y comparten muchos intereses. Descubre la pasión por una mujer, Hildegarde, hija de un general con quien se casa a pesar del escándalo que suscita ese hombre a quien algunos señalan como el papá de su padre. Por supuesto se siente más joven, se convierte en el primero que conduce un automóvil en Baltimore, descubre que la esposa de 35 años ya no lo atrae, después de haberla adorado tanto. Tienen un hijo de 14. El aburrimiento doméstico es tan grande que Benjamin se marcha a la guerra de EEUU contra España por Cuba en 1898. Aparentemente, tiene 38 años. Regresa tres años después. La esposa tiene 40. El parece diez años menos. El hijo crece, la esposa lo abandona y Benjamin avanza hacia la adolescencia y la niñez, sin parar, tanto que el hijo, casado, le pide que delante de los demás lo llame "Tío".A los 57 parece tener menos de 12, intenta alistarse para pelear en la I Guerra Mundial pero no lo aceptan pero, el ejército apela a sus oficiales reservistas de la contienda contra España, lo convocan con el grado de brigadier-general y el niño ordena un uniforme apropiado. Por supuesto, todos se burlan del pequeño que quiere combatir a los alemanes y el hijo tiene que rescatarlo del cuartel.La situación se torna ridícula cuando en 1920 nace el nieto de Benjamin y éste con 10 años de edad, se la pasa jugando en la casa con su colección de animales y autos en miniatura. Es que entre el abuelo y el nieto apenas hay una distancia, y el hijo no puede soportarlo. Por supuesto, cuando el nieto cumple cinco años, tiene la misma edad del anciano, ingresan al mismo jardín, aprenden a cortar papeles. Mientras el uno era promovido a otros grados, el abuelo seguía en Kinder, cada vez más asustado porque nadie quería jugar con quien cada vez actuaba más como un bebé. Hasta cuando ya no tiene recuerdos y no escucha los sonidos y no articula palabras y prefiere quedarse tranquilo mientras la oscuridad desplaza el aroma de la leche tibia.Ese es el cuento escrito por Scott Fitzgerald, lleno de humor negro sobre la condición humana y los sentimientos, una provocación al lector que lo conoce mejor por "Al Este del Paraíso", "Hermosos y Malditos", "Suave como la noche", "El gran Gatsby" y "El último magnate". La película es diferente, muy diferente, se basa en el guión de Eric Roth (el mismo de "Forrest Gump" con la que, equívocamente, algunos comparan a "Benjamin"), y tiene formidables actores, Brad Pitt, Cate Blanchett, Tilda Swinton, Julia Ormond y otros. La fotografía, exquisita, es del chileno Claudio Miranda (también nominado) y la música, oportuna, de Alexandre Desplat. La estructura de la película descansa sobre el Diario escrito por Button a lo largo de su peregrinaje insólito en la tierra, leído por una joven (Ormond) a la madre anciana (Blanchett), arrugada y vencida en la cama de un hospital en Nueva Orleans mientras el Katrina se acerca salvajemente. Esa mujer, Daisy. fue el gran amor de Benjamin. Cuando se conocieron ella era una niña y él, un anciano. Se enamoran, se distancian y se reencuentran cuando están emparejados en su edad. De ahí en adelante, copulan todas las tardes, ambos sienten que el otro va cambiando hasta cuando la relación se convierte en la complicidad tierna de una anciana y un niño. Ahora la hija lee el Diario que rearma la insólita vida del protagonista y la anciana comenta algunos pasajes.Lo asombroso de la película no está en la historia (el privilegio y la originalidad pertenecen al cuento), sino en los elaborados, tediosos, interminables y perfectos efectos especiales que colocan los distintos rostros y expresiones de Brad Pitt sobre los numerosos cuerpos de otros actores que lo interpretan en sus diferentes edades. La sabiduría de esos magos y técnicos convierte la película en una pieza extraña, aunque al finalizar, el espectador sienta las incongruencias que saltan a la vista, como que el personaje nazca bebé y no anciano, y así sucesivamente. Es un caso curioso, aún para el espectador menos entusiasta.










Si alguien busca algunas palabras que definan o calcen en las vidas de los dos protagonistas de la nueva película del brillante director Sam Mendes, "Revolutionary Road / Solo un sueño", una de las grandes perdedoras en la actual edición de los Oscars, podrían ser estas tres: resignación, resentimiento e insatisfacción, a mediados de los años cincuenta. Y una cuarta, desamor. Y una quinta, frustración.Es que Frank y April Wheeler, interpretados con frialdad y distancia por dos que ya habían estado juntos en el naufragio del Titanic, Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, están resignados a la vida que llevan y de vez en cuando intentan rebelarse; resienten de la suerte que los amarra a ese elegante barrio residencial, rodeados de hombres y mujeres vacíos que todos los días, a las mismas horas, tienen los mismos gestos y musitan las mismas palabras y, por supuesto, insatisfechos de la monotonía que los presiona en esa casa inmensa con este jardín muy cuidado y esos dos hijos tan perfectos. Además, no se aman, nunca se han amado, han perdido el deseo por el otro y eso les produce una amarga frustración que con el tiempo, amenaza con hundirlos. Por supuesto, esta no es una película alegre, ni optimista, ni cálida, ni sensual. Al contrario.Frank y April, concebidos con alevosía y humor negro devastador por el escritor Richard Yates en su novela del mismo título, publicada en 1961 en medio del estupor general porque -en esa época- resultaba escandaloso que alguien desmontara las piezas de ese mal que carcome la supuesta felicidad de la clase media de Estados Unidos, la que vive en las afueras, tiene sus propias reglas sociales y sabe que se pasará toda la vida pagando una hipoteca onerosa que les permita enviar los hijos a la universidad, las mascotas al veterinario, el marido al campo de golf y la mujer a los cursos de cocina y floristería, es decir, la clase media que se cree viviendo en el Paraíso.No es simple curiosidad que una película anterior de Sam Mendes, "American Beauty" también muestre la agonía de varias familias atrapadas en un suburbio, y cómo el marido enloquecido con el aroma de una chiquilla rubia, amiga de su hija, y presionado por un vecino obsesionado con las armas, y cegado por la infidelidad de la esposa, y asustado por la presencia cercana de un muchacho que vende drogas, ese marido, no tenga otro recurso que imaginarse al objeto de sus deseos sexuales sumergida en una bañera llena de rosas rojas, y contar su triste destino…después de muerto a tiros.El problema con Frank y April no es que vivan en un suburbio de Connecticut, es que se sientan superiores a los vecinos, más inteligentes que ellos, más ambiciosos, más brillantes, más preparados y por supuesto, destinados a una vida mejor. Claro, nunca descubren su equivocación. Y, si la descubrieran, no la aceptarían. Para muchos directores y guionistas de Hollywood, las urbanizaciones son sinónimo del infierno (hace poco veíamos una pésima película sobre esas zonas, "Vecinos en la mira"), pero en este caso el infierno se encuentra dentro de la pareja que protagoniza la historia.1955: Frank trabaja en la misma compañía donde estuvo su padre durante muchos años, Knox Business Machines. Todas las mañanas o casi todas, conduce su auto hasta la estación del tren, parquea y hace el recorrido con miles de hombres que llevan traje y corbata y camisa blanca hasta Grand Central Station en Manhattan, donde camina por esas aceras repletas de miles de empleados como él, idénticos, con los sombreros que el viento intenta llevarse, en una escena que recuerda, quizás a propósito, esta otra de "Camino a la perdición" con centenares de hombres con sus paraguas bajo la lluvia.La vida de April es igual de monótona. La novela y la película comienzan cuando ella, aspirante a actriz, fracasa con su papel en "El bosque petrificado", lo cual se convierte en una auténtica tragedia. Ellos, que se consideran cultos, intelectuales, diferentes, superiores a los vecinos; que al momento de casarse hicieron la promesa de no perder jamás los sueños, las aspiraciones y la ambición que, supuestamente, los diferenciarían y apartarían de los demás, descubren que la vida o la realidad les abren los ojos: ella es pésima actriz y él, un trabajador sin ambiciones, engullidos por un sistema que no los estima, ni respeta, ni admira, simplemente los contempla como otra pareja atrincherada en el conformismo malsano de la atmósfera tranquila y cómoda de un suburbio.Sofocados por esa existencia perfecta e inútil, sin emociones, fría, mecánica; ahogados por la certidumbre de que están atrapados en una ratonera sin salida, ella propone una solución casi suicida: marcharse los cuatro a París donde pueda trabajar como secretaria, atender los dos hijos, manejar la casa y permitir que el marido encuentre su verdadero destino, identifique sus auténticos propósitos, encauce sus cansadas energías que, a los 30 años de edad, lo han convertido en un muerto que camina.Entonces, en ese escenario (los colores, los ángulos de las cámaras, los movimientos de los personajes, las entradas y salidas de los protagonistas, los muebles, las cortinas, los restaurantes y aún las autopistas, las carrileras y el tren, todo está construido y concebido alrededor de una representación: ellos interpretan los papeles que la vida les impone y, supuestamente, no pueden apartarse del libreto), en esa Revolutionary Road (el nombre viene de la calle donde viven), la vida aburrida del marido y la mujer se ve alterada profundamente (igual que los amigos cuando se enteran de esa decisión discutible de marcharse a París y tirarlo todo), con los preparativos, los sueños, los pasos en falso, las infidelidades y las angustias que ya no tienen freno. Es que París en 1955 es el paraíso de los intelectuales, la tierra de la libertad, el escenario para el sexo, el amor y otras libertades inconcebibles en el ambiente cerrado del suburbio.Ahí, cuando el espectador ya se acostumbró a la interpretación deficiente de DiCaprio y a la fría sensualidad de Winslet (alguien dijo que nunca antes una actriz había expresado con su rostro todas las fases de la angustia y la desesperación, como ella y que si lo dudan, basta ver la película sin sonido y comprobarlo), y a la puesta en escena tan correcta de Mendes, sin una mancha, sin un error, sin una rotura, cuando el viaje a París es la obsesión de todos, aparece un personaje que acaba con toda esa perfección y abre, dolorosamente, los ojos de ese hombre y esa mujer que no saben que están equivocados, aunque de los dos, ella siempre entendió qué buscaba, qué tenía, qué le faltaba, qué necesitaba y, por supuesto, de qué era capaz e incapaz ese marido bonito. Pero siempre prefirió posponer cualquier decisión sobre su monótona vida.Entonces, entra en escena ese personaje perturbador, paciente de numerosos choques eléctricos, hijo de una corredora de bienes raíces (Kathy Bates) que llega a la hermosa casa, se sienta, los contempla y abre la boca. Que el espectador descubra, bajo su propio riesgo y sufrimiento, lo que ocurre cuando John Givings (interpretado con inteligencia por Michael Shannon, candidato al Oscar por este papel), les habla, les explica, les revela, les cuenta, les previene, les amenaza y los insulta. La película logra un giro de 180 grados y por eso, pasa lo que pasa, dolorosamente. Cuando se encienden las luces nos sentimos aplastados por tanta perfección, también por tanta tristeza, tanta derrota, tanta soledad, tanto desamor, tanto vacío, a pesar de las dos escenas de sexo."Revolutionary Road / Sólo un sueño" se estrena este viernes en España y la semana próxima en México, Argentina y Chile. Este jueves recibió tres nominaciones al Oscar: mejor actor de reparto, dirección artística y vestuario.

Tras su actual éxito "Rudo y Cursi", Carlos Cuarón volverá a ejercer como guionista con su hermano Alfonso, para quien ya escribió "Solo con tu pareja" e "Y tu mamá también", en lo que define como "un drama familiar con mucho sentido del humor", y cuya acción se desarrollará en Londres.El proyecto, aún sin título oficial, será la siguiente realización de Alfonso Cuarón, tras "A boy and his shoe", que el propio cineasta ha escrito junto a su hijo Jonás y se filmará este año también en Europa."Estoy escribiendo un guión con Alfonso, que comencé en agosto y tuve que pararlo por toda la campaña de promoción (de "Rudo y Cursi"). Es una historia situada en Londres que apunta más al drama, aunque yo no creo en el purismo de los géneros y lo puedes comprobar con lo que hago", ha explicado Carlos Cuarón al diario Excelsior."Es un drama familiar -añade el menor de los Cuarón-, tirándole al melodrama y con muchísimo sentido del humor. Lo que yo llamo la risa del dolor o el dolor de la risa".No obstante, tendrá que seguir promocionando su primer largo como realizador, "Rudo y Cursi", protagonizado por Gael García Bernal y Diego Luna, que el mes próximo se estrenará en Chile, en marzo en Brasil y España, y a mediados de año en Estados Unidos.A su hermano Alfonso se le ha relacionado con otros proyectos futuros, entre ellos "México, 68", con guión del veterano Vicente Leñero y "The Memory of Running", en Estados Unidos.

Friday, January 02, 2009




El cineasta argentino Diego Musiak abre la lista de estrenos nacionales en 2009 con "Cartas a Jenny", cinta rodada en Argentina, Israel y España filmada hace casi dos años y que tenía estreno previsto para el pasado octubre. Pero, además, el autor de "Historias Clandestinas en La Habana" y "Te besaré mañana" prepara "¡Hostias!", una coproducción italo-hispano-argentina con dos bellas y curvilíneas mujeres, la italiana María Grazia Cucinotta y la argentina Luciana "Luli" Salazar, junto al actor español Fernando Guillén Cuervo."Cartas para Jenny" llega a las salas argentinas después de varios anuncios frustrados el próximo jueves 8. Participante en los festivales de San Luis, Huelva y varias muestras de cine judío, no se estrena precisamente en un momento de especial simpatía hacia la causa israelí después de los bombardeos de su ejercito sobre Gaza que han causado más de 400 muertos, muchos de ellos civiles. Uno de los personajes del film es precisamente un soldado israelí.Se trata del primer largometraje argentino filmado en Tierra Santa. La Vía Dolorosa y el Muro de las Lamentaciones, el Mar Muerto, el antiguo puerto de Jaffa y diversos rincones de Jerusalem, fueron el marco de esta historia que se rodó durante seis semanas en San Luis (Argentina), dos en Israel y una en Barcelona (España). La película narra la historia de Jenny (Gimena Accardi), una adolescente que inesperadamente se encuentra ante un embarazo no deseado. Con Kevin, su novio, deciden casarse y tener el hijo, pero él la abandona pocos días antes de casarse. Jenny, embarazada, sola y desesperada, no sabe qué hacer de su vida, cuando se encuentra con tres cartas que su madre le escribiera en vida con la promesa de de leerlas ante situaciones críticas en su vida. En esas líneas la joven descubre a su madre y acepta sus consejos.Al leer la última carta, Jenny decide viajar a Israel para comenzar una nueva etapa. Durante el viaje Jenny estará guiada por un rabino, y por Eitan (Fabio di Tomaso), su amigo soldado. Junto a ellos recorrerá lo mejor de la fe y lo peor del camino de la guerra reencontrándose con su historia. En este viaje por la ciudad Santa, para las tres grandes religiones del planeta, Jenny dimensionara su dolor y vislumbrará nuevas alternativas y horizontes.Musiak contará con uno de los actores de "Cartas...", Martín Seefeld, junto a la italiana María Grazia Cucinotta, quien ejercerá además de coproductora, Fernando Guillén Cuervo y Luciana Salazar para rodar a partir de marzo o abril "¡Hostias!", definida como una comedia negra sobre el mundo del cine. El recientemente fallecido Ulises Dumont también tenía previsto participar en esta coproducción.