Saturday, February 07, 2009







En principio, la película "El desafío: Frost conta Nixon / Frost-Nixon, Entrevista del Escándalo" debería ser aburrida, interminable y sin interés alguno para quienes tienen menos de 40 años de edad, porque reconstruye con paciencia de relojero, imaginación de equilibrista y humor de domador de tigres, el que se considera uno de los episodios más importantes, audaces, agresivos y entretenidos del periodismo televisivo de todos los tiempos. Es que la serie de cuatro entrevistas realizada en Los Angeles a un sombrío, sudoroso, impaciente y destronado Richard Nixon por un joven inglés llamado David Frost, famoso por los programas de entretenimiento que hacía en su tierra con estrellas y cantantes, fue grabada en marzo y abril de 1977, y emitida un mes después, con 45 millones de televidentes, la cifra más alta para un programa de su especie.Esta película, nominada y premiada en las últimas semanas es obligatoria, aún para quienes desconocen los vergonzosos e irrepetibles episodios que durante dos años, a partir del 17 de junio de 1972 horadaron y destruyeron el inmenso poder presidencial de Nixon, un hombre mentiroso, tramposo y desleal que en la película es interpretado con imaginación por Frank Langhella, enfrentado a un jovial Michael Sheen como Frost, repitiendo los personajes que ya habían interpretado en la pieza teatral de Peter Morgan, guionista de esta película dirigida por un maestro, Ron Howard.Hay que apelar a la memoria y la historia real para compartir el significado de esta película tan simple y directa. Ese 17 de junio, el guardia Frank Willis mientras hacía la ronda de madrugada en el edificio Watergate, junto al río Potomac en Washington, descubrió que las cerraduras de la puerta de las oficinas del Comité Nacional del Partido Demócrata habían sido violentadas.Cuando la policía llegó, encontró, asustados y escondidos en esas oficinas a cinco hombres (Virgilio González, Bernard Baker, James W. McCord, Jr., Eugenio Martínez y Frank Sturgis), a quienes acusó ante un juez. El segundo era director de seguridad del Comité de Reelección de Nixon y empleado de la CIA. Los cinco personajes más otros dos (Howard Hunt y Gordon Liddy), que tenían lazos con altos funcionarios de la Casa Blanca fueron condenados varios meses después por asaltar esas oficinas y montar un operativo de espionaje.Gracias a las coincidencias, dos jóvenes reporteros del Washington Post, Carl Bernstein y Bob Woodward, siguieron el juicio, sus conexiones con el presidente Nixon y sus más altos consejeros, y poco a poco en las crónicas que el diario publicaba todos los días, antes que nadie (ayudados por una fuente anónima, "Garganta Profunda" que durante 30 años escondió su verdadera identidad, W. Mark Felt, director adjunto del FBI durante la época del escándalo), fueron destapando la infección que roía la administración de un presidente que comenzó a mentir, a contradecirse, a rechazar las órdenes de los jueces para que entregara pruebas de su apoyo y encubrimiento a la guerra sucia contra los Demócratas, en un proceso de desgaste que duró dos años, hasta cuando amenazado con ser destituido por el Congreso de Estados Unidos, humillado, abandonado por todos sus funcionarios menos por Henry Kissinger, decidió abandonar el cargo.Ese 9 de agosto de 1974, cuando el presidente Nixon leyó en televisión su carta de renuncia, se despidió de todos desde las puertas de la Casa Blanca y subió con la mujer y las dos hijas al helicóptero que lo llevaría al retiro, un joven llamado David Frost estaba realizando un programa de variedades en Australia, se quedó mirando la salida presidencial y le pidió a un asistente que le suministrara las cifras de audiencia de esa transmisión. Cuando la supo, 400 millones de espectadores en el mundo entero, comenzó a organizar lo que se convertiría en dolor de cabeza: las entrevistas a Nixon en California para que hablara de todo, especialmente de Watergate. Tendría que esperar tres años para alcanzar su sueño imposible.La película comienza con tomas de archivo del juicio a los implicados en Watergate, escenas de los juicios, las noticias en las principales cadenas de televisión y el anuncio de la dimisión (con Langhella como Nixon), reproduce y sigue con un ritmo de suspenso que emociona, los "testimonios" de los personajes implicados en la historia, todos los conflictos, los inconvenientes, los rechazos, la desconfianza, las dudas y todo el proceso que dejó solos a Frost y su productor inglés, John Birt (interpretado por Matthew Macfadyen) quienes buscaron inútilmente el respaldo financiero de las grandes cadenas de Estados Unidos, sorprendidas de que un periodista inglés, marcado como frívolo e irreverente, se atreviera a proponer esos encuentros con un ex presidente.Por supuesto, Frost ya tenía la aprobación de su personaje. Nixon, encerrado y callado y alejado de todo bullicio durante tres interminables años, acompañado apenas por su mayordomo filipino, la esposa, las dos hijas y los perros, además de un equipo de asesores y guardaespaldas, bajo el sol californiano, había rechazado cualquier contacto con los medios, y de pronto aparece ese muchacho rubio, delgado, apuesto, que usa zapatos italianos sin cordones y se la pasa en comidas y cócteles con los famosos. Dicen que Nixon pensó que podría manejar las entrevistas, es decir, manipular a su antojo a un periodista que ahora, a los 70 años, sigue emocionado con esa experiencia que le costó 600.000 dólares pagados al personaje y cerca de 2 millones en gastos porque tomó todo un piso de un hotel en Los Angeles (en el vuelo desde Londres, Frost, enamorado y galante como siempre conoció a una hermosa joven, Carolina Cushing (interpretada por Rebecca Hall, sí, la misma de "Vicky Cristina" y "The Prestige" entre otras), a quien sedujo e invitó a acompañarlo durante esos meses de preparativos. También contrató dos estupendos asesores: el politólogo James Reston Jr. (interpretado por Sam Rockwell con pasión y rebeldía), hijo del famoso periodista y autor de un libro sobre esos encuentros, y el periodista y productor de televisión Bob Zelnick (el actor Oliver Platt), además del equipo técnico de camarógrafos, maquilladores, asistentes y otras personas que, sumadas al grupo que acompañó a Nixon (encabezado por un coronel de la Marina, Jack Brennan, interpretado por Kevin Bacon, verdadero perro guardián), convirtieron esas semanas en un verdadero circo.Superados los principales obstáculos, confeccionadas las preguntas, establecido el mecanismo de las entrevistas, afianzados los dos grupos, firmado el contrato y aligerados los ánimos, la primera sesión de 90 minutos se grabó el 23 de marzo de 1977 en una mansión de Monarch Bay, California. Durante las dos semanas siguientes se grabaron los otros tres programas que fueron emitidos en mayo del mismo año: 4, 12, 19 y 25 con una audiencia que en la primera noche alcanzó 45 millones de espectadores.Por supuesto, la película viene directamente de la pieza de teatro escrita por el dramaturgo y guionista inglés Peter Morgan quien en 1992 descubrió el universo de Frost y se sintió fascinado por la confrontación de dos personajes que nada tenían en común: el uno, sofisticado y mundano; el otro, soportando la miseria y la tragedia de haber utilizado el poder para mentir y hacer trampas a su nación.Morgan es famoso por sus guiones de películas que tienen su visión de personajes como la reina Isabel II, Idi Amín y el rey Enrique VII, y con Nixon y Frost descubrió una visión aterradora y sorprendente de la naturaleza humana, con un joven a quien todo el mundo adora, tratando de acorralar con sus preguntas a un hombre desgastado y resentido porque lleva varios años soportando el odio y el desprecio de millones de paisanos. Entonces escribió la pieza teatral.El director, productor, actor y guionista Ron Howard (famoso por películas como "Una mente brillante", "El Código Da Vinci", "Apolo 13", "Cinderella Man" y "Desparecidos" entre otras populares y premiadas), prefirió tomar este material como debía. Contrató al autor como guionista y a los actores que ya habían protagonizado su obra en las tablas, y trabajar como un emocionante artesano con ese cara a cara que sorprende aunque uno ya conozca el desenlace, y tiene presente la descripción que Morgan hace de David Frost: "Nunca tomará un taxi si puede tener una limosina, jamás una limosina si puede disponer de un helicóptero, y rechazará el helicóptero si le ofrecen un avión privado". Por supuesto, la película pasa a la memoria de los espectadores por esos minutos angustiosos, terribles, dolorosos y ansiosos que ocurren casi al final de la cuarta entrevista. Frost insiste para que Nixon reconozca que siempre supo de las canalladas que cometían sus funcionarios. El otro se escuda en explicaciones vanas. Frost lo acorrala y le pregunta si no cree que todo cuanto estaba ocurriendo es ilegal. Entonces Nixon responde casi en un susurro que nada es ilegal si es cometido por el Presidente. Frost no puede creer lo que está oyendo. Se queda mudo. Los dos se miran. El uno entiende que es el mejor momento de la entrevista. El otro siente dolor por haberse dejado acorralar. Entonces, el coronel Breennan irrumpe en el set, detiene la grabación, rescata al ex presidente, lo toma del brazo, se lo lleva a una habitación y deja que respire, descanse y mire el jardín. Entonces, Nixon se voltea, le aprieta la mano y le pregunta: "¿Sentiste compasión por mí?".Superada la situación y la reacción airada de todos, Nixon vuelve a sentarse en su silla, Frost toma un vaso con agua y retoma la pregunta sobre si el otro sabía lo que estaba ocurriendo con Watergate. Entonces Nixon que siempre esperó la ocasión de contar a los norteamericanos lo que sentía sobre ese escándalo, dice que sí, que se siente responsable de todo, el único culpable y que sentía vergüenza y dolor de haber defraudado al pueblo, haber defraudado a la Presidencia, haber defraudado al sistema democrático de su nación y se queda callado. Era lo que los norteamericanos siempre esperaron después de tres años, que su Presidente les pidiera perdón. Entonces la cámara se cierra sobre el rostro moreno, sudoroso, tembloroso y devastado de Richard Nixon, el hombre que tuteaba a Brezhnev y Mao, lo contempla en silencio y uno siente que pocas veces el cine ha logrado una imagen tan perfecta de la soledad, la destrucción, el vacío, la tristeza, la derrota y la miseria. Nada más

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